lunes, 14 de enero de 2013

Empecé contigo con intenciones ceñidas.


Debo ser la única que no le gusta la lluvia.
No me gusta el frío y tampoco
soporto la Navidad.

Pero apareciste tú, bueno, en realidad,
no apareciste, porque ya sabía que existías.

Fue hace años cuando coincidimos
aquella noche, en aquel bar del pueblo.
Yo llevaba aquel vestido ceñido de
color negro, a conjunto con mis intenciones. 

- Si tu me dejaras, podría amarte como te mereces.
Dijiste.
Yo me reí y no te creí hasta hoy.
Empecé con un “nada de sentimientos”
y ayer por la noche te dije lo perfecto
que es todo cuando nos encerramos
en mi pequeña habitación.

Suena el teléfono y me espero un minuto por
si eres tú. Deseo que seas tú.

Cuando estas cerca, juro que me da igual
que llueva, que caiga un diluvio o lo que sea.
Me da igual.
Estoy a tu lado y no me importa que
se me moje el pelo o que se me corra el rimmel.
Me da igual,
porque somos amigos,
amigos que se esconden
y cuando se esconden,
son uno.

Solo tú sabes entenderme
y solo tú,
me haces querer ser mejor persona.

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