jueves, 31 de enero de 2013

Seremos nuestros a nuestra manera.


Mi intención no es hacer poesía,
juro que si rima algo es pura coincidencia.
Pretendo que mis letras fluyan
y que tú nades entre ellas.

Quiero que hagas de un maldito lunes,
un domingo caprichoso.
Quiero que vengas a desayunarme
cada mañana que tengas libre.

Cuando escuches una canción en el tren
quiero que me veas a mi moviendo las caderas.

Cuando te fumes un cigarro,
quiero ser yo la que te mate poco a poco.

Cuando te bañes quiero que lo hagas por mi
y que cuando te eches colonia te preguntes
si me gustará esa aroma.

Y yo no quiero controlar tu vida.
No saldrías vivo si es lo que tu pretendes con la mía.
Yo solo quiero volar a tu lado
y pararnos a descansar por separado.

Quiero que no nos juzguemos
y no hablemos de celos.
Seremos nuestros compuestos.
Seremos nuestros a nuestra manera.
Y aunque no existan “nuestras reglas”,
las inventaremos
y las defenderemos.

Seguiremos mandándonos maullidos.
Seguiremos acudiendo al otro cuando
nuestros cuerpos mueran de sed
y nuestras bocas mueran de hambre.

Y juro que te respetaré en todo momento,
como tú lo estas haciendo conmigo.

lunes, 14 de enero de 2013

Empecé contigo con intenciones ceñidas.


Debo ser la única que no le gusta la lluvia.
No me gusta el frío y tampoco
soporto la Navidad.

Pero apareciste tú, bueno, en realidad,
no apareciste, porque ya sabía que existías.

Fue hace años cuando coincidimos
aquella noche, en aquel bar del pueblo.
Yo llevaba aquel vestido ceñido de
color negro, a conjunto con mis intenciones. 

- Si tu me dejaras, podría amarte como te mereces.
Dijiste.
Yo me reí y no te creí hasta hoy.
Empecé con un “nada de sentimientos”
y ayer por la noche te dije lo perfecto
que es todo cuando nos encerramos
en mi pequeña habitación.

Suena el teléfono y me espero un minuto por
si eres tú. Deseo que seas tú.

Cuando estas cerca, juro que me da igual
que llueva, que caiga un diluvio o lo que sea.
Me da igual.
Estoy a tu lado y no me importa que
se me moje el pelo o que se me corra el rimmel.
Me da igual,
porque somos amigos,
amigos que se esconden
y cuando se esconden,
son uno.

Solo tú sabes entenderme
y solo tú,
me haces querer ser mejor persona.

Me violaste con promesas.


No quiero hablar del amor.
Dudo que exista y dudo de que tú también existieras.
Por lo tanto, todo lo que creía creer o que me hiciste
creer, simplemente
no existe.

Me violaste con promesas,
todas hablaban del mismo “siempre”
y siempre hablábamos de ese tú y yo eterno.

¿Eterno? Te falto tiempo para echarme de tu vida
y sustituirme por cualquier puta barata que
nunca llegará a saber mi nombre.

Puede que cuando la mires a los ojos veas
los míos reflejados.
Recordaras todas mis miradas viciosas y
no volverás a ver unos ojos con el mismo brillo que los míos.

Mis ojos brillaban porque en diminuto,
dentro de ellos, estabas tú.

Y dejaste de existir cuando otro entró de puntillas
y acabó pasando la noche apoyado en mi pecho.
Dirás que no me reconoces,
pero desde que no estás,
la libertad y el placer,
para mi están cogidos de la mano.

martes, 8 de enero de 2013

Ella nunca lo haría.


Nadie me dijo que ser insensible resultara tan fácil,
no sientes, no sufres y nadie te toca el alma,
a no ser que sea para follar.
Sabes que yo no era así cuando te conocí,
bueno, en realidad, nunca llegué a conocerte.

Sabía que tenías una sonrisa bonita,
de esas que cambiarías lo que fuera por verlas cada mañana.

No me hacía falta subir las persianas
y ver la luz de la mañana
si ya tenía tu boca en mi nuca,
es más, podría vivir
en ese instante toda mi vida.

Vivir en mi cama contigo para no perdernos ninguna tormenta.
Allí le hice el amor a tus labios infinidad de veces,
con algún que otro mordisco y sabor amargo.

Tu risa,
nunca pensé que esa,
sería la razón de mi destrucción.

Ahora las canciones ya no suenan como antes.
En este tiempo te he dedicado muchas.
Y tú se las dedicabas a otra.
Siempre tarde,
será verdad que de mi ya te has olvidado.

Pero, está bien.

Yo te estoy olvidando también,
ahora soy algo insensible.
Ahora, podría tragarme
veinte chupitos del tirón de tu orgullo,
sin pestañear y sin que se me
borre el pintalabios.